Los Dos Senderos

Helena Blavatsky - Fragmento extraído del libro La Voz del Silencio 

Y ahora, Oh Maestro de Compasión, indica el sendero a otros seres humanos. Observa a todos aquellos quienes, tocando para ser admitidos, esperan en la ignorancia y en la oscuridad, ¡para que la puerta de la Dulce Ley se abra de par en par! 

La voz de los Candidatos: ¿Acaso tú, Maestro de tu propia Misericordia, no revelarás la Doctrina del Corazón? ¿Te negarás conducir a tus Servidores al Sendero de Liberación? 

Dice el Maestro: Los Senderos son dos: las grandes Perfecciones tres; seis las Virtudes que transforman al cuerpo en el Árbol del Conocimiento. 

¿Quién se acercará a ellos? ¿Quién entrará primero en ellos? ¿Quién oirá, primero, la doctrina de los dos Senderos en uno, la verdad develada acerca del Corazón Secreto?. La Ley que, apartándose de la erudición, enseña la Sabiduría, revela un relato de penas. 

¡Es desalentador ver que Alaya beneficie tan poco a los seres humanos, ya que todos la poseen y son uno con la gran Alma! 

Observa como, análogamente a la luna que se refleja en las olas tranquilas, Alaya es reflejada por lo pequeño y lo grande y su reflejo se encuentra en los átomos más diminutos, sin embargo no logra alcanzar el corazón de todos. ¡Es una desdicha que pocos seres humanos se beneficien de este don, el beneficio Inapreciable de aprender la verdad, la percepción justa de lo existente, el Conocimiento de lo inexistente!

Dice el discípulo: ¿Oh Maestro, qué debería hacer para alcanzar la Sabiduría? ¿Oh Sabio, y qué para obtener la perfección? 

Busca los Senderos. Sin embargo, Oh Lanoo, sé de corazón puro antes de emprender tu viaje. Antes de dar tu primer paso, aprende a discernir lo real de lo falso, lo transitorio de lo perdurable. Aprende, sobre todo, a distinguir entre el saber de la Cabeza y la Sabiduría del Alma, la doctrina del “Ojo” de la del “Corazón.” 

Sí, la ignorancia es como un vaso cerrado y sin aire; el alma es el pájaro cautivo en su interior. No gorjea ni puede mover una pluma; el cantor se enmudece, se entorpece y, exhausto, muere. 

Hasta la ignorancia es preferible al saber de la Cabeza sin la sabiduría del Alma que lo ilumine y lo guíe. Las semillas de Sabiduría no pueden germinar ni crecer en un espacio sin aire. Para vivir y cosechar experiencia, la mente necesita anchura y profundidad y puntos que la dirijan hacia el Alma Diamante. No busques estos puntos en el reino de Maya; sino que elévate más allá de las ilusiones, busca el SAT eterno e inmutable, desconfiando de las sugerencias falsas de la fantasía. 

Puesto que la mente es como un espejo, acumula polvo mientras refleja. Necesita la dulce brisa de la Sabiduría del Alma para que saque el polvo de nuestras ilusiones. Trata, Oh Principiante, fundir tu Mente y tu Alma. 

Apártate de la ignorancia y de la ilusión. Voltea tu cara del mundo ilusorio; no confíes en tus sentidos, son falsos. Pero dentro de tu cuerpo, en el tabernáculo de tus sensaciones, busca en lo Impersonal, al “hombre eterno” y, al haberlo encontrado, mira al interior, eres Buddha . 

Evita el elogio, Oh Devoto. Las alabanzas llevan a la auto- ilusión. Tu cuerpo no es el yo, tu YO está, inherentemente, desprovisto de cuerpo e impermeable al elogio o a la crítica. 

La alabanza propia, Oh Discípulo, es como una torre elevada a la cual ha ascendido un loco altivo. Allí está sentado en soledad orgullosa e inadvertido de todos, excepto de sí mismo. 

El Sabio rechaza el falso saber que la buena Ley esparce a los vientos. Su rueda gira para todos, el humilde y el soberbio. La “Doctrina del Ojo” es para la muchedumbre, la “Doctrina del Corazón” para los elegidos. Los primeros repiten orgullosos: “Mirad, yo sé”, los segundos, los que han cosechado en humildad, confiesan en voz baja, “así he oído”. 

La “Doctrina del Corazón”, Oh Discípulo, es llamada: “Gran Tamizador.” 

La rueda de la buena Ley sigue adelante rápidamente. Muele de noche y de día, separando del grano dorado la cáscara sin valor, de la harina, los desechos. La mano del Karma guía la rueda; las revoluciones marcan los latidos del corazón Kármico. 

El verdadero conocimiento es la harina, el falso saber, la cascarilla. Si quieres nutrirte con el pan de la Sabiduría, debes amasar tu harina con las aguas cristalinas de Amrita. Pero si amasas tus escorias con el rocío de Maya, sólo puedes producir alimento para las palomas negras de la muerte, las aves del nacimiento, del decaimiento y del dolor.

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