Dionisio

Rolando Toro - Fragmento extraido de Antecedentes Míticos y Filosoficos de Biodanza

Nacimiento de Dionisio
Dionisio era hijo de Zeus y Senale (luna) hija del rey Cadmo de Tebas. Zeus disfrazado de mortal sedujo a Senale y la dejó embarazada.

La mujer de Zeus, Hera, desesperada por los celos, se vistió de anciana y aconsejó a Selene que pidiera a su misterioso amante que se mostrara tal como era. Selene llevaba seis meses de gravidez cuando solicitó a Zeus que revelara su identidad. Zeus se negó violentamente a mostrarse por temor a que Selene, la bellísima mortal, fuera destruida ante la visión. Selene entonces se negó a aceptarlo en su lecho. Zeus accedió finalmente al pedido de Selene y fue destruida por la temblé visión del dios del trueno y del rayo.

Hermes intervino oportunamente, sacó del vientre de Selene al niño de 6 meses y lo implantó en el muslo de Zeus, para que terminara su desarrollo. A su debido tiempo Hermes asistió al parto.

Por orden de Hera, Dionisio fue entregado a los Titanes. Los Titanes lo despedazaron, hirvieron los pedazos en una caldera. De la sangre esparcida sobre la tierra surgieron ramos de hiedra. Su abuela Rea lo reconstituyo y lo volvió a la vida. Por eso Dionisio ha sido llamado “el nacido tres veces".

A indicación de Zeus, Hermes transformó temporalmente a Dionisio en un chivo y lo regaló a las ninfas del Monte Nisa en Helicón. Las ninfas lo cuidaron, lo amaron y lo alimentaron. Dionisio posteriormente inventó el vino y conoció la ebriedad. En la edad viril Hera lo reconoció, a pesar del afeminamiento adquirido por su educación y lo volvió loco.

Dionisio salió a recorrer el mundo acompañado por su preceptor Sileno y una corte de sátiros y ménades, cuyas armas eran un báculo con hiedra enroscada y con una pina en la punta, llamada Thyrsus, las serpientes y los instrumentos de cuerno que producían sonido como bramidos que infundían terror. Dionisio invitó a las reinas amazonas a marchar contra los Titanes y restablecer al Rey Amon. Esta fue una de las primeras victorias militares de Dionisio.

Su abuela Rea lo purificó de los muchos asesinatos que había cometido durante su locura y lo inició en los Misterios.

Cuando Dionisio visitó Tebas, invitó a las mujeres a que tomaran parte en sus orgías en el Monte Citeron.

Penteo Rey de Tebas, quiso oponerse a las orgías de Dionisio, lo arrestó junto con todas sus Ménades, pero enloqueció y, en vez de encadenar a Dionisio, encadeno a un toro. Las Ménades escaparon furiosas a la montaña y despedazaron a los terneros. Penteo que se dirigió a observarlas fue también despedazado por las Ménades inflamadas por el vino y el éxtasis religioso.

Dionisio a través de Eurípides
El documento literario más importante para el estudio de lo dionisíaco, es la tragedia de Eurípides: Las Bacantes. Se piensa que la pieza fue escrita en la corte del Rey Arquelao, en Macedonia, es decir, cerca de la cuna de la religión dionisística. Es una posesión múltiple y maravillosa, deliciosa y cruel, que de todo se apodera: del cuerpo y del alma, de la naturaleza física y del pensamiento, contra lo qué no hay resistencia ni refugio posible, ni en los elementos ni en la materia, ni en el misterioso mundo intelectual. El ser humano retorna a la naturaleza salvaje.

Según E. Rodé las fiestas Dionisíacas se celebran en lo alto de las montañas, en las tinieblas de la noche, a la incierta luz de las antorchas. El sonido estridente de los címbalos de bronce, el tronar profundo de los grandes timbales, las flautas resonantes, que son como una llamada a la locura producían una música atronadora. Excitados por la música, el tropel de los celebrantes danzaba con exclamaciones de júbilo. No se oían canciones, porque el arrebato de la danza no daba descanso a los pulmones. El cortejo desenfrenado se precipitaba por las pendientes montañosas, en movimientos giratorios, impelido por furor, en carreras frenéticas. Las mujeres se agitaban hasta el agotamiento en el torbellino de la danza. Su indumentaria era también extraña: iban cubiertas con basaras, largas vestimentas ondulantes, confeccionadas según parece, con pieles de zorro y sobre estas vestiduras llevaban superpuestas pieles de corso. Los cabellos flotaban, encrespados alrededor de sus cabezas adornadas con cuernos; en las manos llevaban cogidas serpientes, que era el animal consagrado a Sabazios, o blandían puñales y tirsos que escondían sus puntas de lanza bajo la hiedra. Así trasvertidas, cuando el arrebato del deseo había excitado los sentimientos hasta el grado máximo, dominados por el sagrado deseo, se precipitaban a las caricias y al placer. La naturaleza se transmuta en el éxtasis.

Nietzsche, en "El Origen de la Tragedia", escoge bajo el nombre de Dionisio, una forma mística tradicional que le permite aprehender, en toda su unidad, la totalidad del ser. El ser era para él, vida, voluntad de potencia, eterno retorno. Dionisio es, desde el principio, el símbolo de la embriaguez, donde la existencia celebra su propia transfiguración.

Nietzsche contrapone el arte plástico apolíneo y lúcido al arte de Dionisio, vital y primitivo. Este autor, al hablar de instinto, se refiere a las fuerzas vitales primitivas e inconscientes.

La expresión apolínea representa el mundo estético del sueño y de la simbolización. La expresión Dionisiaca es el mundo de la embriaguez y de la expresión salvaje de los impulsos. Dionisio se asocia al desborde vital que anula los límites de la identidad y precipita a los seres en el vértigo y en el frenesí. Es el entusiasmo sin límites, las fuerzas oscuras de la naturaleza.

Pienso que el mito agrario se fue transformando a través del éxtasis y del frenesí, en una forma diferente de lo que en un principio era celebración del despertar de naturaleza. El instinto del placer se desborda. Las mujeres de Orcemos abandonan sus telares y sus quehaceres domésticos para seguir a Dionisio y, vestidas de bacantes se esparcieran por los montes entregadas a orgías.

Sus devotos, en especial las mujeres, adoraban a Dionisio en parajes agrestes, entregándose a Danzas frenéticas y gritos agudos comiendo carne cruda de toros y chivos.

Dionisio representaba al libertador de las potencias elementales inhibidas por la sociedad.

Cuando todos lo pueblos reconocieron la divinidad de Dionisio, este recorrió las islas del mar Egeo, difundiendo la alegría y el terror.

Los ritos Dionisiacos pasaron a la Italia y se expandieron con rapidez. Dionisio adquirió el nombre de Baco entre los romanos y sus fiestas eran llamadas Bacanales.

El senado Romano prohibió la celebración de Bacanales en el año 186 A.C., pero las sectas místicas conservaron ocultamente la tradición dionisiaca. Los actuales carnavales populares que se realizaban en diversos países son vestigios de aquellos ritos de sensualidad y éxtasis dionisíaco.

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