El esoterismo, que es la denominación más moderna de las llamadas ciencias ocultas de la antigüedad, abarca una gama de conocimientos tan grandiosa y sublime que por su enorme complejidad no puede ser definida con exactitud. Sólo cabría decir que es la síntesis de la Divina Sabiduría, la Verdad, la eterna realidad de las cosas.
El origen de esta Divina Sabiduría o Teosofía, como también se la designa, se pierde en la oscuridad de los tiempos y sin duda esta oculta tradición es la más antigua, profunda y completa revelación de los divinos misterios que haya sido dada al mundo por jerarquías pertenecientes a otras esferas. Es por ello que en cada generación unos cuantos sinceros e iluminados pensadores, comprendiendo la trascendental significación de esta doctrina han investigado y restaurado la Sabiduría Arcana para el provecho y redención de la humanidad. Basta recordar en este sentido a algunos de los más ilustres nombres de nuestro mundo occidental: Pitágoras, Roger Bacon, Paracelso, J. Boheme,
R. Lulio, St. Germain, Blavatsky, etc. y otros muchos iniciados quienes dedicaron su vida y sus esfuerzos a descorrer el velo de los misterios que la naturaleza tan celosamente oculta.
No nos extrañe entonces que la humanidad que busca ansiosamente una respuesta a la incógnita de los siglos como también una solución a los múltiples problemas de la vida, se vuelque cada día en mayor proporción hacia el estudio de estas enseñanzas que en su portentosa magnitud involucran todos los conocimientos y sabiduría que se encuentran en el cosmos.
Y cabría concretar ahora, qué es lo que esta Antigua Sabiduría o Conocimiento Esotérico puede brindarnos para resolver nuestras dudas y problemas.
En primer lugar y desde el punto de vista externo el Conocimiento Esotérico puede satisfacer el anhelo que tiene la humanidad por una doctrina que satisfaga tanto a la mente como al corazón, que sea bálsamo para las heridas de incomprensión del hombre y que eche abajo las barreras de razas y religiones temporarias, ya que en el fondo todos somos hijos del mismo padre y partimos del mismo origen, y las creencias como los ríos, van siempre a parar a la mar que es la Verdad Una. Para ello, en su amplia heterogeneidad, el Conocimiento Esotérico ofrece un conjunto de enseñanzas de profundad verdad y sensatez para el que se disponga a desarrollar sus posibilidades latentes que, por su incalculable trascendencia, se pierden en el infinito.
No hay duda entonces de que el hombre moderno puede hallar en estos conocimientos una visión maravillosa del esquema divino, cuya magnificencia producirá en él una devoción hacia Dios no sentida antes, junto con una comprensión intelectual y una respuesta a los variados problemas de la vida, quedando en esta forma su mente satisfecha al saber cuál es el objeto y la finalidad del universo y de su existencia, preguntas todas que no contestan satisfactoriamente ni los cultos ortodoxos, ni la ciencia o la filosofía académica. Todo esto le permitirá ordenar su existencia y ajustarla al plan divino, lo cual debe ser su primordial tarea, haciéndolo en una forma comprensiva de tolerancia y mutuo respeto con todos los seres que le rodean.
Pero el conocimiento esotérico, bajo la faz interna, tiene todavía objetivos más trascendentales que los mencionados hasta aquí, así es como trata de desarrollar hombres y mujeres mejores que con un elevado desarrollo de conciencia sean el nexo de unión entre esa Sabiduría Divina y el resto de nuestros hermanos cuyas limitaciones evolutivas no les permiten todavía vislumbrar la luz en la oscuridad que los circunda.
La Sabiduría Antigua no dispone para este trabajo de fórmulas patentadas, ni de atajos iniciáticos y lo único que ofrece a los estudiantes que están decididos a dar sus primeros pasos en la realización de la Gran Obra, es el conocimiento esotérico del esquema divino de que ya hablamos, y la oportunidad de mejorarse ellos mismos por medio de un consistente programa de esfuerzos inteligentemente dirigidos, para que puedan recibir después de acuerdo a sus merecimientos la ayuda que necesiten para mayor superación.
Por consiguiente, no nos equivoquemos entonces al estudiar estas sagradas enseñanzas, pensando que nos harán muy pronto superiores a los: demás o que coadyuvarán a aumentar nuestro prestigio o riqueza personal. Debemos tener bien presente que la Sabiduría Divina no está interesada en mejorar la condición material del individuo desde el punto de vista de rodearlo con la opulencia. Su finalidad no es hacer a los hombres ricos en posesiones externas, sino en conciencia o realizaciones internas.
Debe no obstante comprenderse e interpretarse lo antes dicho, pues el individuo puede lograr mejorar sus condiciones materiales con el estudio, pero siempre que entendamos por esta mejora las ventajas que nos otorga un vivir sano y correcto, para poder gozar así de esa relativa felicidad humana que nos cabe en suerte de acuerdo a nuestro Karma como habitantes de este plano, pero siempre sin la desmedida ambición nunca satisfecha que conduce sólo a anular las mejores posibilidades espirituales del hombre y a preocupaciones materiales sin cuento.
Por esto desde un principio debemos perfectamente entender que hasta que el egoísmo, fuente de todos los males, no se desarraigue de nuestras almas, no podremos esperar ganar ningún conocimiento de positivo valor que sea beneficioso para nuestra perfección y para nuestros semejantes. La Sabiduría Arcana demandaba muchos años de purificación y preparación antes de que sus adeptos estuvieran capacitados para instruir aún en las cosas más primarias.
Por consiguiente, todos los que intentemos emprender el estudio de las verdades sagradas contenidas en el Conocimiento Esotérico, deberíamos proponernos, una vez que hemos considerado con conciencia nuestro sincero interés en estos estudios, un plan de vida y disciplina dentro de nuestras posibilidades que pueda capacitarnos, si somos constantes y con la madurez del tiempo, para transmitir un mensaje de luz y verdad a nuestros semejantes. Dicho en otra forma, si nuestro propósito está bien encaminado, debería ser desde su comienzo una ofrenda de servicio a la humanidad. Y manifestamos esto, porque en toda alma existe el interno anhelo de expresión, y lo que es tan característico en el caso del artista, se acrecienta como un imperativo categórico en el ocultismo o místico a medida que avanza en el sendero del logro, al comprender que la única manera de obtener es dando, y que cuando se esfuerza en transmitir al mundo lo que él ha ganado, es cuando recibe más.
Nuestras almas, que han estado entorpecidas durante siglos, aspiran con vehemencia vislumbrar la posibilidad de servir a Dios y cuando ello ocurre se nos presenta un problema serio a los estudiantes, que es el de pretender llegar de inmediato a la meta sin tener en cuenta las etapas sucesivas que es imprescindible superar. Entonces en lugar del lento y gradual camino que debe recorrerse con inteligente prudencia, atrevidamente buscamos escalar las alturas para alcanzar la cima por rutas más cortas, olvidando en nuestra ceguedad que los caminos están llenos de los despojos de aquellos que han fracasado por no haber tomado el recto sendero.
Nuestra meta no debe ser entonces la gloria del momento, ya que el poder que buscamos es de acumulación lenta y progresiva, y aunque el ansia de conocimiento es una de las más loables de las emociones humanas, la mayoría de las veces este deseo no llega a concretarse debido a nuestra precipitación, falsa orientación y equivocados entusiasmos, y al no saber discernir -primer paso hacia el conocimiento lo importante de lo que no lo es, lo útil de lo inútil, lo superfluo de lo imprescindible.
Debe hacerse entonces conciencia en todos los que aspiramos al Conocimiento Esotérico genuino, proyección de la Divina Sabiduría o Ciencia Arcana, que la consecución de este logro como humanos, es lo máximo a que podemos aspirar en nuestras vidas, como también tenemos que reconocer que su realización es grandiosa y sublime, y que, aunque el camino es arduo el galardón es inconmensurable.
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